Gira y gira la lavadora en su vuelta infinita, con un sonar de fondo que anuncia cada mañana los ineludibles quehaceres: escenas de la vida cotidiana. Con el típico maaamaaaá, comienzan los días, casi todos los días…y con el impostergable plan doméstico, propio de cada hogar.
Con o sin mamá en casa de tiempo completo, toca planificar, organizar y fiscalizar cada movimiento o detalle que involucra el cuidado y protección de la familia.
Las inacabables demandas de los niños, la lista de la compra, el baño que siempre está mojado, la ropa que se junta para ser lavada, los cristales que podrían permitir ver para afuera, la nevera-una pesadilla, la cita para el pediatra, las vacunas, el dentista, los championes que ya van chicos, la merienda compartida que te toca cada mes en el jardín, los amiguitos que vienen a casa a desparramarlo todo colectivamente, y el dinero que no alcanza y lo otro que hay que hacer para procurarlo: el trabajo.
Y con toda la enorme alegría que representan los hijos, una, alguna vez se pregunta cómo sería una vida en soledad, con tiempo para una misma, con un cuidado personal satisfactorio, una vida social y cultural gloriosamente activa, actividades de esas, que siempre quisiste hacer, sin horarios para casi nada más que lo imprescindible, y por supuesto siempre depilada.
Entonces convocas en tu memoria, solo el memorable momento del domingo a la mañana, todos juntos en la cama, de las más sabrosas y dulces escenas de la vidafamiliar y, se te dibuja una sonrisa en la cara y una carcajada en el corazón!!
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