Parece un cuento de Hollywood o una novela de ficción, pero es cierto que algunos soldados japoneses no se rindieron al finalizar la Segunda Guerra Mundial, sea por el estado de las comunicaciones, por su aislamiento geográfico o porque simplemente fueron abandonados en sus puestos; estos guerreros del «Sol Naciente» continuaron la guerra a su manera y sólo años después regresaron a su hogar luego de entregarse a las autoridades, al ser apresados o muertos.
Uno de estos casos sorprendentes es el de Hirō Onoda, un oficial de inteligencia; Onoda había nacido en Kainan, Prefectura de Wakayama, el 19 de marzo de 1922, al integrarse al ejército fue entrenado entrenado como oficial de Inteligencia por el comando «Futamata» de la Escuela Nakano, siendo destacado a la Isla Lubang (Filipinas) en diciembre de 1944. Tenía la misión de efectuar una guerra no convencional contra los norteamericanos, en especial atacar las pistas de aterrizaje y los muelles del puerto para evitar que fueran empleados por el enemigo; también se le ordeno no rendirse sin antes suicidarse.
Onoda y Susuki
En líneas generales no pudo cumplir con su misión, debido a problemas de rango con los oficiales de su grupo. Las fuerzas norteamericanas y de la Commonwealth desembarcaron en Filipinas el 28 de febrero de 1945. Poco tiempo después del desembarco, casi todos los soldados de su compañía habían muerto; Onoda y otros tres soldados se refugiaron en las colinas. La guerra de guerrillas continuó, hasta que en 1949, Yuichi Akatsu, se separo del grupo y se rindió a las fuerzas filipinas.
Los intentos por comunicarse con él, el lanzamiento de folletos que indicaban que la guerra había terminado y los intentos de búsqueda y captura fracasaron. Para 1953, otro de sus compañeros: Shimada murió por un disparo efectuado por un grupo de búsqueda. Al final sólo se quedó en compañía de Kozuka, este murió por dos disparos de la policía local el 19 de octubre de 1972, cuando él y Onoda, quemaban arroz recolectado por unos agricultores en una misión de sabotaje.
Hay que indicar que Onoda había sido oficialmente declarado muerto en diciembre de 1959, este último suceso brindaba la posibilidad de que estuviera vivo, pero las búsquedas no dieron resultado hasta que el 20 de febrero de 1974, Onoda conoció a un estudiante japonés: Norio Suzuki, el viajaba con la misión de «buscar al teniente Onoda, un panda, y al Abominable Hombre de las Nieves, en ese orden». Onoda y Suzuki se hicieron amigos, pero aún así se negó a rendirse hasta que se lo pidiera el mismos oficial que lo había comisionado en el puesto.
Onoda al momento de rendirse
Suzuki volvió a Japón con las fotografías en las que aparecía con Onoda como prueba de su encuentro, el gobierno japonés por su parte, localizó al superior de Onoda, el mayor Taniguchi, que se había convertido en un librero. Taniguchi voló a Lubang el 9 de marzo 1974 e informó a Onoda de la derrota de Japón y le ordenó deponer las armas. Onoda finalmente se entregó a las autoridades, entregando su uniforme, espada y fusil tipo 99 con 500 cartuchos.
A pesar de haber realizado operaciones de sabotaje en tiempo de paz y haber matado a varias decenas de personas, el teniente Onoda fue perdonado por el presidente Ferdinand Marcos, se consideró la condición particular de su caso. Onoda regresó a Japón donde publicó su autobriografía: No Surrender: My Thirty-Year War (Sin rendirse: Mis treinta años de guerra). Fue una figura popular en Japón y Brasil, realizando actividad social en favor de los jóvenes y dedicándose a los negocios, falleció el 16 de enero de 2014 a la edad de 91 años.