Curiosidades lingüísticas XVIII – Hades

Buenas tardes a todos. Otra semana más ha pasado sin darme cuenta de su transcurso. Parece mentira, pero últimamente sí que vuela el tiempo. Esta semana, para la decimoctava entrega de la sección de Curiosidades Lingüísticas, he traído un tema muy relacionado con el de la semana pasada, para que así podamos, digamos, dar por zanjado el tema etimológico sobre esa palabra que tanta relación guardaba con la palabra del artículo pasado y con la de este artículo.

¿Qué es el hades? ¿Quién es Hades? En la mitología griega, como muchos sabrán y habrán escuchado en películas como la obra de Disney Hércules, el dios Hades se identifica con el dios del inframundo, el dios de los muertos, o el infierno mismo. Pero esa es una relación que se hace mucho después de aplicar la teoría etimológica.

Gracias a un magnífico profesor de griego, del que tengo la suerte de ser discente durante este curso académico, he descubierto por qué se le llama Hades y no se le llama de ninguna otra manera. La respuesta no es, como diría cualquiera, que es el nombre en lengua griega, como en lengua latina es Plutón y en la cultura etrusca era Aita. Era imaginado como un hombre de barba que utilizaba una capa de piel de lobo. Pues bien, esa es la especulación que hace los que no han visto nunca la mitología clásica correspondiente y sólo se han limitado a ver en películas o por leyendas la forma humana del Hades, o a leerlo en novelas.

La etimología del dios del inframundo se remonta al verbo que vimos la semana pasada, el verbo griego “orao”, que significa “ver”. Hay un tiempo verbal en la lengua griega que se llama aoristo y que en castellano equivale al pretérito perfecto simple de indicativo (yo vi, él vio). En esta forma verbal, “orao” se transforma en “eidon”. De ahí exactamente viene la palabra que estamos tratando hoy. A ese verbo eidon, si lo despellejamos, nos queda como resultado la raíz “-d-“, no hay más raíz. Y como muchos sabrán, no por la lengua griega, sino por la propia lengua castellana (aunque el uso se remonte a la lengua clásica), el prefijo “a-“ niega la palabra que tiene inmediatamente después. Así sucede en “amorfo”, por ejemplo (sin forma), en “átomo”, que no se divide, y en “afónico”, que no tiene sonido o voz.

Pues bien, ese prefijo negador es el que hace de este nombre la realidad que designa, es decir, el “a-d-es” es “el que no se ve”, el invisible. ¿Y cómo es el inframundo, cómo es el dios que se esconde entre las llamas del infierno? En caso de que exista, es invisible. Por eso se reconoce en la mitología griega al dios Hades con el inframundo o con el dios de los muertos, porque no se ve.

Hasta aquí el tema de lo que se ve o lo que no se ve. Doy por finalizada la Curiosidad Lingüística de esta semana. Espero que les haya gustado, que les haya resultado interesante. Y para los que tienen cierto interés en la mitología, es un buen momento para comenzar a leer sobre el tema, muy interesante en cualquier caso. Pasen buena semana.

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